viernes, 6 de febrero de 2009

"Yo sé "hacerme el chancho rengo/cuando la ocasión lo esige." (en Martín Fierro)

El protocolo más básico en las relaciones interpersonales Hombre- Mujer exige esperar un tiempo prudencial antes de contar las desgracias u otros contratiempos que hayan podido acaecer en la vida de cada uno de los integrantes de la pareja antes de conocer al otro. Respetando esta simple regla, recién a los tres meses de salir con alguien podría contarle, por ejemplo, que mi primer perro murió aquejado por parásitos, pero como era yo muy niño mi madre optó por decirme que simplemente el can se había escapado de casa. Finalmente, el remedio fue peor que la enfermedad, porque hasta que no supe la verdad de la historia-hace pocos años-, odié al pobre animalito por traicionarme tan vilmente, asumiendo su abandono como una muestra concluyente de deslealtad. Y pensar que el pobre bicho no había cometido otra falta que morirse, pobrecito. En fin, lo cierto es que, al tener lo que podría llamarse un “defecto visible”, me es casi imposible respetar esta norma tan elemental en mis primeras citas con una mujer. En general, llegado cierto punto en mi primer charla íntima con una chica, aparecen ciertas señales que me dan la pauta de lo que ocurrirá a continuación.

Situación Tipo

Como es de esperar, no todas encaran la situación de la misma forma.

a) Algunas miran directo a los ojos, con unos ojos grandes, casi suplicantes, a veces incluso húmedos, como los de quien va a cometer una infidencia, y labios un tanto temblorosos.

Ella

“¿Te puedo hacer una pregunta?... -yo afirmo en silencio con una leve sonrisa, un poco enternecido con la visible incomodidad que la situación le provoca-…¿Qué te pasó en las piernas?...”

b) Otras, en cambio, esquivan la mirada haciendo diminutas bolitas con las servilletas de papel sobre la mesa del café. Durante el transcurso de mi respuesta estas diminutas bolitas se convertirán indefectiblemente en blancos gusanitos que compartirán la mesa con nosotros, jugando con los caprichos del viento entre los posillos y los sobrecitos de azúcar, indiferentes por completo a los nuevos derroteros que tomará nuestra conversación.

Ella

(Con la brusquedad del nerviosismo)

“Disculpa, ¿no?...Pero…no sé si te molesta que te pregunte… ¿Qué te pasó en las piernas?” –Recién entonces me mira, casi desde abajo, con una mirada de mejillas enrojecidas-

En un caso y en otro-y en la infinidad de las posibles variantes- mi respuesta será una, siempre la misma.

Respuesta


M. M.

(Un poco seco, expeditivo, asumiendo sin querer la postura del que llena un formulario burocrático por enésima vez. Siempre el mismo. Disculpen, es la repetición lo que mata…)


“Nací de 7 meses, y en la incubadora hubo una deficiencia de oxígeno (negligencia médica). Eso provocó una lesión cerebral que me afectó la motricidad del tren inferior. Como es de nacimiento y siempre hice mucho deporte aprendí a compensar todos los movimientos usando más el tren superior-Las chicas con más iniciativa suelen comentar algo sobre el visible desarrollo de mi tren superior con frases del tipo “Con razón tenés semejante espalda” o “Si, vi que tenés unos brazotes!”. Cuando estas frases son espontáneas y en un tono divertido sé que estoy en buena compañía. Llámenle intuición si quieren -. No es grave, he hecho todo lo que he querido: escalar en roca, viajar a dedo…, hago vida totalmente normal…” (No me pregunten por qué, pero en mi mente retorcida “hacer vida totalmente normal” es una afirmación que esconde otra frase: “No tengo ninguna disfunción sexual”. No creo que las chicas lean la aclaración de la misma forma, pero por las dudas la sigo pronunciando.)

Reacción Tipo


Si bien nunca he sufrido discriminación o rechazo después de la perorata antedicha-y agradezco a las fuerzas cósmicas que así sea-, es sabido que toda alteración en el orden natural de las cosas trae siempre aparejado resultados indeseables, a saber:

Animadas por esa cuestión tan peculiar y, si se quiere, “íntima” que acabo de contarles la mayoría de las chicas siente el deber, casi diría la obligación, de contarme alguna “desgracia” que hayan padecido durante su vida, aunque no tenga nada que ver con lo que yo acabo de decirles. Quizás para algunas no sea más que una forma de solidarizarse conmigo, como si dijeran “yo tampoco tuve una vida fácil”. Mi amigo Histeriquito dice que a las mujeres les gusta competir en todo, y por eso ponen sus penurias sobre la mesa -a veces Histeriquito se pone jodido con la gente, no deja títere con cabeza. Yo tampoco, será por eso que lo quiero tanto-. Pero, a decir verdad, yo no vivo mi circunstancia como una “discapacidad” y mucho menos como una “desgracia”, simplemente es algo que pasó, que me tocó vivir, así como a otros les toca tener asma o una suegra hinchapelotas que les caga la vida. Es más, puedo asegurarles que el tener que adaptarme a algo tan radical sacó a relucir lo mejor de mi persona, me templó el carácter. Y precisamente por eso es que no entiendo por qué tengo que comerme todo ese rosario de desgracias ajenas que nunca solicité. Si es un comentario breve y se vuelve a la conversación esperable par ana primera cita, esa charla casi mágica donde cada uno intenta despejar las incógnitas que el ser del otro le plantea y los dos juegan el juego maravilloso de la seducción mutua, vaya y pase. Pero la bola de nieve se convierte en avalancha cuando la señorita se empeña en demostrar que su vida es más miserable que la mía aunque no tenga un “problemita en las piernas” (Cuando las chicas dicen “problemita”, así, en diminutivo, y las viejas dicen “capacidades diferentes”, como si le pusieran frac y moñito a la expresión, me dan ganas de escupirles la cara. Soy rengo Señora, punto. Empecemos a llamar las cosas por su nombre. Lo mismo pasa cuando le dicen “moreno” a un hombre de raza negra. Si es negro, ¿¿por qué no decirle simplemente negro?? Es una cualidad innata de la persona, no tiene por que tener implicancias racistas. Decirle negro a un negro sólo puede parecerle racista a una persona que tiene incorporado el ejercicio del racismo en su estructura de pensamiento y opina que la negritud no es sólo una característica, sino que ésta implica en si misma algo negativo, peyorativo. Tengo una prueba. Miles de veces he escuchado a un amigo cubano decirle a otro, también cubano “¡Oye mulato,…!” ¿Quién se ofende? Nadie, el hombre es mulato, ¿Por qué habría de ofenderse? Fin del paréntesis). Como les decía, la cosa se complica cuando la señorita que me acompaña está decidida a demostrar que su vida es un valle de lágrimas. Y, aunque les cueste creerlo, para esto también hay tópicos que se repiten:

1) El Ex: Es el más común, delata a las mujeres poco interesantes o con una vida por demás aburrida. Desde este punto en adelante usarán cataratas de palabras, arroyos de serpientes, para contarme lo hijoputa que fue su ex y lo desgraciadas que fueron mientras duró la relación. Pero cuidado, sólo se debe afirmar con la cabeza, en silencio. Tomar partido y esbozar una opinión, aunque sea simplemente para apoyar las conclusiones de la dama, puede generar asperezas sumamente ríspidas, e incluso arruinar la velada. Dato curioso: muchas veces me ha ocurrido que al defender al “hijoputa” la chica me encuentra interesante, como si eso diera por sentado mis cualidades de “macho”. Incoherencia total. Una cosa es segura: nunca jamás de los jamases se debe tomar partido para criticar abiertamente al ex, parece que la intromisión implica una traición grave a las convenciones y se castiga con la pena máxima.

2) El drama familiar: “Me llevo mal con mi hermano mayor. Con la novia de mi papá no me hablo, estamos peleadas a muerte. Con mi mamá discutíamos mucho así que me fui de casa. Tengo un chanchito de la india, pero cuando lo quiero agarrar corre desenfrenadamente por jaula, esquivándome…” ¿No te relacionás bien con nadie en tu propia casa? ¿Nadie te soporta? ¿Tenés la necesidad de contármelo ahora? Mala señal, muy presumiblemente sos una histérica. Ustedes me dirán que hay familias y familias, y que tal vez la chica es un ser lleno de dulzura en una familia nefasta, como la Cenicienta. Yo, humildemente, recomiendo no alargar lo suficiente la relación como para averiguar semejante cosa.


3) La esclava infeliz: "Me siento esclavizada por la facultad/el trabajo. Aunque ahora soy profundamente infeliz, hago el esfuerzo para tener una vida mejor en el futuro". Es el tópico más tolerable, puesto que todos hemos pasado momentos de crisis laboral y/o académica al menos una vez en nuestras vidas.

4) El mejor amigo: Luego de interminables rodeos la chica confiesa- o más bien debería decir “se despacha diciendo”- que está muy confundida, que con su mejor amigo pasa algo, pero no puede decirme exactamente qué, pero que la confunde mucho y la pone muy triste, porque son amigos de la infancia y ella no quiere arruinar una amistad así, pero a la vez no puede ignorar la tensión sexual que se genera entre ellos. En este tópico es usual ver lágrimas. Yo, a esta altura, miro mi cortado en jarrito y pienso “¿Cómo se lo vas a tirar en la cara? ¡Está hirviendo!”

5) La desgracia (con un as bajo la manga!): Cada tanto ocurre que una señorita me cuenta que la época más triste de su vida estuvo marcada por la muerte de algún ser querido. Y de todos los tópicos éste es el que más odio, porque casi siempre puedo ver en esa confesión un dolor genuino, profundo, y no sé como remontar la situación. Se supone que en una primera cita la gente está bien predispuesta para el coqueteo, hubo un interés que hizo que ese encuentro se concretara, y la noche debe transcurrir en el éxtasis de develar incógnitas y maravillar al otro. ¿Cómo se hace eso con un muerto en el placard? Imposible. La situación llega al punto máximo de incomodidad si la chica se afana en contarme los cataclismos que la depresión post-mortem provocó en su vida cotidiana. Y a mí no hay cosa que me moleste más que la gente que no sólo publica sus desgracias en el momento más inoportuno, sino que además se regodea en el infortunio pasado colocándose en el lugar de la pobre víctima. Para esos casos tengo reservado un as bajo la manga: paso a contarles algo que nunca le cuento a nadie. Le cuento la mala relación que tuve con mi padre, prácticamente ausente durante mi adolescencia. Le digo además que el buen hombre sólo apareció en mi vida para decirme que tenía cáncer, y a los tres meses el muy pelotudo se murió, sin darme la oportunidad decirle lo que opinaba de su desenvolvimiento en las funciones paternales (“¿¿Querías tirar desgracias a mansalva y con munición gruesa?? ¡¡Ahí tenés!!” Si, ya sé, si me agarra un psicólogo se hace un picnic 5 estrellas, no?). Por lo general, después de semejante anécdota, la dama empieza a revolverse en su asiento y es hora de pedir la cuenta…

Conclusión

Como habrán notado, ninguno de los tópicos citados líneas arriba tiende a fomentar el clima romántico y/o de seducción deseable para un primer encuentro, más bien podríamos asegurar que tiende a aniquilarlo inexorablemente. Muchas veces ocurre que después de una situación como las descriptas, ciertas chicas se dan cuenta de que la hora a pasado, que es casi la madrugada y que han transcurrido la noche atosigándome con una conversación tediosa e indeseable. Entonces recurren a un quinto tópico, que no es más que la frutilla del postre:

6) El prócer. La argumentación de la dama se esboza más o menos así: “La verdad es que admiro las ganas que le ponés a todo, la enorme fuerza de voluntad que tenés para superar lo tuyo. Yo quiero empezar la pileta hace un montón y me cuelgo! Si me hubiera pasado lo que te pasó a vos estaría todo el día tirada en el sillón viendo la tele…” (¡Linda imagen, gracias por compartirla!). Aunque yo agradezco los elogios, sé que esconden un negro desenlace. Porque, al proferir estas palabras, la chica no ha hecho más que manifestar un hecho que ya ha madurado en su psique: me ha colocado en un pedestal y me ha barnizado con una gruesa capa de bronce, como a los próceres. A partir de ahora seré para ella, no un hombre, sino “un tipo divino”, “el mejor para tener como amigo”, presumiblemente “como amigo gay”, puesto que me contará con todo detalle las fiestas y revolcones más divertidos de su vida ¿Y de coger conmigo? “No me da, sos demasiado bueno…” Mejor ni hablar.

Por supuesto que no todas las veces es así, porque de ser así yo hubiera llegado virgen a mis 24 años, y no es el caso. Pero, como habrán notado en lo específico de mi clasificación, cuento con innumerables ejemplos de donde echar mano. Es la 2:03 AM y hace largo tiempo que escucho a Maceo Parker. Pienso ahora en una frase que Augusto Roa Bastos desliza en El Fiscal (“Porque entre un hombre y una mujer todo ha sido dicho desde siempre”) y sueño con el día en el que no tenga que compartir con una mujer este montón de palabras gastadas, sino simplemente mis silencios.

martes, 3 de febrero de 2009

¡Un mes de vacaciones en Bariloche!

En breve volveré a postear...