miércoles, 31 de diciembre de 2008

Sí Sí Señores, de Corazón…!

“Terror, sexo, violencia, en sus crispaciones extremas. Éste es el alimento de nuestra civilización. Y no hay otro. Es también una necesidad religiosa. Violencia, sexo y terror son la Santísima Trinidad de nuestro tiempo.” (Augusto Roa Bastos, en El Fiscal.)

Cualquiera que vea los noticieros de hoy-y de mañana- coincidirá conmigo en que esta Santísima Trinidad se ha convertido en nuestro pan de cada día. Inmersos en semejantes circunstancias, los escépticos quizás desconfíen de los actos de bondad espontáneos que hasta ahora he contado. Tal vez incluso lleguen a pensar que son ficciones que construí para tener historias que contarles. Pero hay un dato que los escépticos desconocen: que “la renguera siempre inspira compasión y antipatía” (Augusto Roa Bastos, Ídem). Si, porque por una negligencia médica durante el día de mi nacimiento, he adquirido una característica particular: ser rengo. ¿Sorprendidos?

martes, 30 de diciembre de 2008

Subí que te llevo II

Haciendo memoria me acordé de aquella otra vez que me ofrecieron llevarme sin que yo lo solicitara. Fue, lo recuerdo bien, el 24 de diciembre del 2005. Yo caminaba por la calle Rawson –más específicamente, Rawson y Bernardo de Irigoyen – en dirección a la Av. Independencia. Llevaba mi mochila de viaje muy cargada, puesto que había salido a caminar a modo de entrenamiento para mi próximo viaje a dedo por Los 7 Lagos neuquinos. Recuerdo también que bajo el calor febril de esa tarde yo sentía, literalmente, que me estaba derritiendo. Y, un poco para dejar de sentirme un helado de vainilla, y otro poco para no pensar en el largo camino que me restaba hasta mi casa, trataba de mantener la mente en un blanco total y absoluto. Pero no es fácil ignorar la presencia de un colectivo de línea cuando se detiene con brusquedad a tu lado, justo a mitad de cuadra. Mi primera idea sobre la insólita situación fue que un desperfecto mecánico había obligado al chofer a detener el vehículo. De todas maneras, debo haber puesto cara de sorpresa, porque cuando las puertas del 571 se abrieron con su característico ruido a pistones y compresor de aire, el chofer sonrió y dijo la frase más inesperada: “Subí, te llevo”. Más por incredulidad que por desconfianza argumenté no tener la tarjeta magnética que se necesita para pagar el pasaje en esta ciudad. “No importa-dijo el buen hombre-, te llevo gratis”. Todavía sorprendido, me subí. A modo de agradecimiento, me quedé parado junto al chofer y le hice algunos comentarios circunstanciales-no recuerdo ahora qué le dije exactamente, pero supongo que, como siempre en estos casos, hablamos del clima y del tremendo calor-, después me senté. Cuando miré a mi alrededor, el resto de los pasajeros me miraban un tanto extrañados por lo particular de la situación reciente. Puede que alguno haya pensado incluso que yo era íntimo amigo del conductor. Lo cierto es que jamás lo había visto.

La nota de color de esta pequeña historia la dio una pasajera que intentó subir al colectivo sin abonar el boleto. Advirtiendo la maniobra, el conductor la llamó con un vozarrón de pocos amigos. Ella, parada en el fondo, se hacía la sorda con los auriculares puestos. Y ahí el hombre perdió la paciencia y le empezó a gritar. Dijo algo así como “¡Si no tenés plata para el boleto me lo decís, pero no te quieras colar porque se pudre todo!” Ella, nerviosa, balbuceaba con labios temblorosos y hacía como que buscaba su tarjeta magnética en el bolso. Ante la mirada inquisidora del resto de los pasajeros, a la chica no le quedó mas remedio que acercarse a dialogar con el chofer. Discutieron un rato largo en voz muy baja y finalmente ella se sentó sin pagar. Cuando la tensión comenzaba a disiparse en un silencio sepulcral, se escuchó la voz chillona de una de esas viejas de mierda que nunca faltan en los colectivos: “¡Claro, si es la mina de alguno de éstos-presumiblemente señalando al chofer-, puede viajar gratis, pero si la chica no tiene para el boleto mirá el papelón que le hace pasar! ¡Pobrecita!”. Yo, que sabía por experiencia propia que mi benefactor le daba escasa importancia al valor monetario del boleto y, en cambio, se había sentido ofendido por la actitud ventajera de la joven, odié a la vieja víbora con todas las ganas de las que soy capaz. El conductor, por su parte, se limitó a mirar a la adorable anciana por el espejo retrovisor. En su faz tensa y enrojecida pude leer unas ganas desesperadas, apenas contenidas, de sacar el garrote amansa-locos que todo colectivero que se precie de tal lleva bajo el asiento y ejercerlo repetidas veces como objeto contundente sobre el cuerpo de la inoportuna señora. El resto del pasaje se dividía casi en partes iguales entre los que estaban a favor del chofer y los que favorecían a la mujer: no todos habían visto el acto de bondad que el hombre había tenido para conmigo, muchos habían subido al 571 paradas después.
Cuando llegamos a la Av. Independencia, me acerqué a la puerta de adelante. Antes de bajar le desee al buen hombre una muy feliz navidad. Se lo desee muy sinceramente. Creo que su agradecimiento también fue sincero, aunque su tono de voz mostraba huellas de cansancio…

lunes, 29 de diciembre de 2008

Subí que te llevo

Ayer, cuando llegué a la parada, el colectivo ya había pasado, así que me resigné a esperar. El ambiente era caluroso y agradable, y de cuando en cuando un pájaro invisible le regalaba sus notas al aire. En ese momento, me sentí bien. Tan bien que recibí con alegría los gruesos gotones de lluvia que empezaron a caer. Cuando las gotas amenazaban con convertirse en una lluvia con todas las de la ley un Audi TT gris se detuvo justo frente a mí, bajando lentamente su ventanilla de vidrios polarizados con ese zumbido particular de movimiento robotizado. Lentamente fui viendo al conductor, un hombre joven y robusto. Al fin, habló:

Conductor

(Correcto y amable)

¿Vas para Mar del Plata? Subí, te llevo, sino te vas a empapar…

Análisis de la situación: hombre joven de clase alta en un auto de lujo con vidrios polarizados. Riesgos Potenciales: que me rompa el orto y me tire al costado de la ruta. Malas experiencias en mis sucesivos viajes a dedo -Los siete lagos neuquinos, 200 km hechos a dedo-, ninguna.

M. M.

(Con seriedad)

Dale, ¡Gracias!

El conductor resultó ser gerente de recursos humanos en una consultora. Mantuvimos una elevada conversación sobre los alcances de esta nueva crisis económica, que parece ser más una construcción de los medios de comunicación para hacernos caer en el círculo vicioso del no-consumo que una realidad insalvable. Por qué este hombre decidió levantarme sin que yo lo parara, es un misterio. Quizás sólo quería tener con quien hablar durante el viaje, cómo saberlo. Lo cierto es que es que, sin pretenderlo, tuve un agradable viaje en un Audi TT.

El culebrón

Todo estaba saliendo maravillosamente bien en la nueva casa con pileta. Me sentía un Dandy rodeado de mis muy bonitas amigas Desganada y Perfecta-que se ganó ese apodo por ser hermosa, simpática, inteligente y llamativamente pragmática. Tan perfecta es que conforma la pareja ideal con 10 puntos, otro de mis amigos-. Todo iba muy bien, como decía, hasta que apareció Asexuada, hermana mayor de Desganada. No porque ella en sí misma me moleste con su presencia, sino mas bien porque venía acompañada de Matías el gordo, presumiblemente su actual pareja. Y es sabido que cuando se tuvo una historia con alguien, esas cosas incomodan.

Al principio, todo normal. Charlamos de lo de siempre-facultad, la escalada en roca, el kung fu, el tai chi chuan, etc. Si, de eso hablamos casi siempre, son los gustos que tenemos en común. Yo les avisé que mi vida es subrealista-, ambos sentados en el borde de la pileta y remojándonos los pies, como correspondía a la situación. Hasta que, en medio de esa conversación tan circunstancial me empecé a acordar de todas esas cosas de ella que tanto me gustaban, y nuestra charla se llenó de brillitos. Justo a tiempo para cortar la magia de raíz apareció, como siempre, Luis el enfermo, padre de Desganada y de Asexuada, y llenó de besos a esta última. Pero, a decir verdad, me parecieron besos un tanto lascivos, así que clavé la mirada en el agua, concentrándome para reprimir el escalofrío de repulsión. No sé que clase de complejo perverso proyecta este hombre en su hija mayor, pero lo cierto es que no fui el único que lo notó:

Asexuada

(Visiblemente molesta)

¡Bueno, basta! ¿Qué querés demostrar, que soy solo tuya?

Luis el enfermo

(Repugnante, categórico, mientras la sigue besando)

Por supuesto que sos solo mía, sos mi hija, ¿no?


Yo, los ojos fijos en el agua. Por extraño que parezca, ya no me escandalizo como debería frente a ese tipo de escenas. Es la fuerza de la repetición, según creo.


El resto de la tarde fue, por cierto, martirizante, puesto que no hice más que corroborar como Asexuada repetía con Matías el gordo aquellos gestos y rituales que practicaba conmigo cuando estábamos juntos y pretendía manifestarme su interés. Nosotros dos no tuvimos propiamente una relación, quiero decir, no éramos exactamente novios, principalmente porque Asexuada se niega sistemáticamente a toda manifestación física de cariño: las caricias le dan cosquillas, cuando la besas se pone tensa y cuando en una conversación casual se menciona el falo masculino, no puede evitar la mueca de asco. Las malas lenguas afirman incluso que en su relación de cinco años con El loquito del Animé nunca hubo sexo. Pero, si obviáramos este pequeño gran detalle, Asexuada podría ser la mujer ideal para mí: es muy activa, habla mucho y tenemos en común intereses poco comunes. Tiene, además, repetía con cuerpo de atleta, magro, definido, con curvas-“Tiene “hombrito”, viste?” dijo sorprendido mi amigo Histeriquito-. Me encanta, y como yo estaba muy enamorado, decidí esperar a que superara ese estancamiento en lo referente a su sexualidad, incluso pretendía ser un agente activo en esa superación. Pero me gano de mano, dejándome con argumentos ininteligibles. Yo la había sumergido en una rutina asfixiante de vernos todos los días, lo admito. En mi defensa solo repetiré que estaba enamorado, argumento falaz e insuficiente. Visto a la distancia, es evidente que no hubiéramos prosperado; en lo que refiere al terreno del amor físico, soy diametralmente opuesto a Asexuada. Supongo que ella notaba eso-¿cómo no notarlo?- y, aunque nunca hablamos al respecto ni yo exigí nada, sintió la presión implícita y decido librarse. Ahora, viendo la relación que parece tener con Matías el gordo-o más bien debería decir, la relación que parece no tener, puesto que se ausentan con llamativa insistencias las demostraciones de cariño-, creo que no ha superado en nada su estancamiento en lo referente al terreno sexual. Yo, sinceramente, ya no sé si es frígida o lesbiana reprimida. Y viéndolo así, creo que debería sentir lástima y no celos por Matías el gordo, pobre víctima, como yo, de los encantos de la princesita Asexuada. Pero lo cierto es que verlos juntos hizo que fermentara en mí, lento y persistente, un tremendo mal humor, sustentado en razones poco claras. Tal es así que cuando Luis el enfermo y Desganada se fueron de compras y yo quedé solo en la casa con la flamante pareja, inventé cualquier excusa y partí.


Asexuada

(En un tono ambiguo, que demostraba reconocer mi incomodidad y a la vez pretendía ser afable)

Che, si llegás a la parada y el colectivo ya pasó, volvete, total, pasa una vez por hora y la parada está a dos cuadras…

M. M.

(Fingiendo indiferencia)

Si, si… ¡Nos vemos!

“-¡Ni loco vuelvo! Lo único que me falta, volver y encontrarte a vos con tu noviecito a los arrumacos y a medio desvestir…-“


Si Asexuada es, por lo menos, frígida, ¿Por qué pensé en eso? ¿Mis celos se fundamentan en algo tan patético como “¿Hará con él lo que no hacía conmigo?”, que no es más que una variación de la clásica “¿Qué tiene él que no tenga yo?”. ¿Puedo ser tan irracional, puedo caer tan bajo? Evidentemente, si puedo.

El Hombre que está solo y espera

Mi amiga Desganada me invita a pasar “cuando vos quieras” unos días en una casa con pileta en las Sierras, recién inaugurada por su padre –y antiguo suegro de un servidor-. Ni lerdo ni perezoso, al otro día a las 14:30 hs. ya estaba bien pertrechado y predispuesto en la parada de nuestro nunca bien ponderado transporte público, en este caso particular el colectivo número 717, que pasa una vez por hora, en punto, y se demora una hora más en llegar a destino-“¿Qué me importa? Llevo Mujeres que corren con los lobos en la mochila para amenizar el viaje con una linda lectura”-. El pasaje que nos habilita a disfrutar de tan exclusivo servicio cuesta apenas $2,45.


Estando en la reflexiva tarea de aguardar el transporte, una voz femenina me despabila del calor soporífero de la hora de la siesta.

Ella

(Sentada en el banco de la parada. Algo tímida)

“Disculpá, ¿estás esperando el colectivo que va a Colinas Verdes?”.


M. M. (ese vendría a ser yo, escondido tras una inicial doble)

(Simpático. Parado en el borde de la vereda.)

“No, estoy esperando el que va a Sierras de los Padres, ¿por, qué querías saber?”


Lo más disimuladamente posible trato de aprender algo de ella. Es alta y delgada, usa una remera negra lisa y un short diminuto que deja ver sus muy bonitas piernas que, sin embargo, no están nada bronceadas –“¿Está iniciando sus vacaciones?”-.Usa también zapatillas de correr al mejor estilo Nike: no son las ya clásicas y estandarizadas Converse, buena señal. Es muy expresiva, aunque sus facciones no me atraen especialmente. Sin embargo, con ese cuerpito no pasa desapercibida, eso sin duda.¿Que habrá pensado ella de mi atuendo, si es que se fijó?: remera blanca de dryfit y pantalón azul de tela sintética con muchos bolsillos. Botas de trekking urbano (si, ya se que eso no existe, pero eran mas baratas que las de media montaña che...)

Ella

(Cambiando el tono, casi divertida)

“¿Sabés cómo llegar a Colinas Verdes?, porque mi hermano salió para allá en la moto, pero me parece que se perdió.”


Su celular recibe el segundo mensaje desde que iniciamos la charla, corroborando la desesperación del hermano-“¿Se va de camping con el hermano? Presumiblemente sin novio.”-


M. M.

(Adoptando un tono informativo, casi profesional)

“Es en la ruta 226, km. 24 y medio”.-En un tono más cómplice y solícito- Vas a ver un cartel sobre la ruta que dice La Serranita, ahí termina el recorrido. Cuando te bajes vas a ver otro cartel grande que dice Colinas Verdes. Ahí tenés que caminar por la calle lateral de tierra que está bajo el cartel hasta la entrada del camping. La entrada de Colinas no está sobre la ruta.”


Sin decir nada Ella abre su celular con tapita, llama al hermano y repite textualmente mis palabras. –“El colectivo a Colinas sale de la Terminal las horas pares y cuarenta minutos, tengo hasta las 15: 40 para charlar, el mío va a pasar antes.”-. Ella cierra el celular. Pequeño silencio que no llega a ser incómodo.

M. M.

(Con una curiosidad que pretende ser espontánea y no lo logra)

“¿Tus amigos te esperan allá?-Miro su equipaje: mochila estándar, termo en una funda de cuero y una bolsa de supermercado con una vianda-“Te salvaste de llevar la carpa…”

Ella

(Muy simpática)

No, allá están mi hermano y la novia nada más. Vamos a pasar el día. Pasa que estoy de vacaciones…Bah, algo así, porque renuncié a un trabajo y en unos días empiezo con otro, así que son como vacaciones…


Me gusta como habla. “¿Tu hermano y la novia?¿Campamento de tres? Vos estas soltera como yo…”

M. M.

(Sonriendo)

“Ah, o sea que te las gestionaste vos las vacaciones…” (Keyboard: Gestionaste)

Ella

(Sonriendo también)

“Si si… ¿Y vos vas seguido a Sierra de los Padres? Yo antes trabajaba allá…”

¡Por fin me tirás un salvavidas, ya no sabía de qué hablarte!


Pero mientras nos explayamos afablemente en asuntos laborales y demás cuestiones llega un colectivo, el suyo. –“¡Claro ganso, si el colectivo sale de la Terminal a las horas pares y cuarenta minutos, el último salió a las 14: 40 y no a las 15:40, imbécil! Es lógico que a las 14:50 llegue a la Av. Luro...”-Paro el colectivo con el gesto típico de la mano-“¡No puedo dejar que se vaya así!¿¿Cómo hago ahora para dejarle mi número de celular??”-Dudo superlativamente..

Ella

(Sorprendida)

“Uy, es el mío…Bueno, ¡Nos vemos!”

Ya se está subiendo…

M. M.

(Un poco aturdido)

“Bueno, ¡Que la pases muy bien! ¡Nos vemos!”

Ella

(Deshaciéndose en una sonrisa amable y dulce)

“¡Muchas Gracias!¡Hasta Luego!”


La historia de mi vida: dejar pasar las posibles oportunidades que la vida me regala. Es inútil, las mejores respuestas se me ocurren cuando ya me cerraron la puerta en la nariz. ¡Que ineptitud! En fin, hay que aprender de los errores, por eso aprovecho para preguntarle a la platea femenina: ¿Ustedes creen que Ella estaba coqueteando conmigo o simplemente yo me estoy convirtiendo en un erotómano? Otra pregunta: ¿Cuál hubiera sido una buena forma de obtener algún dato para seguir en contacto?


Desde ya, Muchas Gracias. La Administración

La vaca empantanada

Mi material de lectura más habitual es, por cierto, la Literatura. Pero de un tiempo a esta parte he caído en algunos Blogs muy interesantes. Debo decir que en la mayoría de ellos, quienes escriben coinciden en que cuando se tiene un Blog, se terminan haciendo cosas con el fin explícito de contarlas más tarde en el espacio virtual. Y es precisamente esta posible relación patológica-“¡La juventud está perdida, perdida! Se lo digo yo…”- la que me mueve a iniciar mi propio espacio. Porque si hay algo que necesito para cambiar mi vida es HACER.

Paso a contarles -aunque a ustedes en realidad les importe un bledo, paso a contarles-: hasta hace mas o menos dos años, yo era lo que podríamos llamar El Niño de la Promesa Infinita. En la escuela, nunca una materia pendiente. En la facultad, aprobar más de un año de carrera en un ciclo lectivo, nunca un parcial o práctico desaprobado. En el tiempo libre, deportista de alto rendimiento, posible competidor olímpico. Sorpresivamente para mi entorno, hoy apenas califico como completo holgazán. No me hace falta aclarar que para mí no hay ninguna sorpresa en este desenlace momentáneo, aunque admito que mi actual-y pasmosa- inactividad me provoca cierto desasosiego. No es nada fácil mutar el ser desde el activo niño de la promesa infinita a la pasiva Vaca Empantanada. Con el transcurso de los sucesivos blogs iré desarrollando las circunstancias-desconocidas aún para todos- que me llevaron a este punto de estancamiento y, para hacer más amena la lectura, me voy a plantear desde ahora un objetivo: retomar-¿y concluir?- mi carrera universitaria, conseguir un trabajo y encontrar una pareja estable. La fecha testigo será el 22 de enero del 2010, justo a tiempo para festejar mis juveniles veinticuatro años.

Si, yo sé que el objetivo no promete una hazaña heroica como conquistar la cumbre del Everest o llegar a pie al Polo Norte, pero los prevengo: mi vida es, cuanto menos, Subrealista.

Son las 4: 14 a.m. del día Domingo 28 de diciembre de 2008. Estoy completamente desnudo en mi habitación, escuchando a Miles Davis tocar la trompeta.