lunes, 29 de diciembre de 2008

El culebrón

Todo estaba saliendo maravillosamente bien en la nueva casa con pileta. Me sentía un Dandy rodeado de mis muy bonitas amigas Desganada y Perfecta-que se ganó ese apodo por ser hermosa, simpática, inteligente y llamativamente pragmática. Tan perfecta es que conforma la pareja ideal con 10 puntos, otro de mis amigos-. Todo iba muy bien, como decía, hasta que apareció Asexuada, hermana mayor de Desganada. No porque ella en sí misma me moleste con su presencia, sino mas bien porque venía acompañada de Matías el gordo, presumiblemente su actual pareja. Y es sabido que cuando se tuvo una historia con alguien, esas cosas incomodan.

Al principio, todo normal. Charlamos de lo de siempre-facultad, la escalada en roca, el kung fu, el tai chi chuan, etc. Si, de eso hablamos casi siempre, son los gustos que tenemos en común. Yo les avisé que mi vida es subrealista-, ambos sentados en el borde de la pileta y remojándonos los pies, como correspondía a la situación. Hasta que, en medio de esa conversación tan circunstancial me empecé a acordar de todas esas cosas de ella que tanto me gustaban, y nuestra charla se llenó de brillitos. Justo a tiempo para cortar la magia de raíz apareció, como siempre, Luis el enfermo, padre de Desganada y de Asexuada, y llenó de besos a esta última. Pero, a decir verdad, me parecieron besos un tanto lascivos, así que clavé la mirada en el agua, concentrándome para reprimir el escalofrío de repulsión. No sé que clase de complejo perverso proyecta este hombre en su hija mayor, pero lo cierto es que no fui el único que lo notó:

Asexuada

(Visiblemente molesta)

¡Bueno, basta! ¿Qué querés demostrar, que soy solo tuya?

Luis el enfermo

(Repugnante, categórico, mientras la sigue besando)

Por supuesto que sos solo mía, sos mi hija, ¿no?


Yo, los ojos fijos en el agua. Por extraño que parezca, ya no me escandalizo como debería frente a ese tipo de escenas. Es la fuerza de la repetición, según creo.


El resto de la tarde fue, por cierto, martirizante, puesto que no hice más que corroborar como Asexuada repetía con Matías el gordo aquellos gestos y rituales que practicaba conmigo cuando estábamos juntos y pretendía manifestarme su interés. Nosotros dos no tuvimos propiamente una relación, quiero decir, no éramos exactamente novios, principalmente porque Asexuada se niega sistemáticamente a toda manifestación física de cariño: las caricias le dan cosquillas, cuando la besas se pone tensa y cuando en una conversación casual se menciona el falo masculino, no puede evitar la mueca de asco. Las malas lenguas afirman incluso que en su relación de cinco años con El loquito del Animé nunca hubo sexo. Pero, si obviáramos este pequeño gran detalle, Asexuada podría ser la mujer ideal para mí: es muy activa, habla mucho y tenemos en común intereses poco comunes. Tiene, además, repetía con cuerpo de atleta, magro, definido, con curvas-“Tiene “hombrito”, viste?” dijo sorprendido mi amigo Histeriquito-. Me encanta, y como yo estaba muy enamorado, decidí esperar a que superara ese estancamiento en lo referente a su sexualidad, incluso pretendía ser un agente activo en esa superación. Pero me gano de mano, dejándome con argumentos ininteligibles. Yo la había sumergido en una rutina asfixiante de vernos todos los días, lo admito. En mi defensa solo repetiré que estaba enamorado, argumento falaz e insuficiente. Visto a la distancia, es evidente que no hubiéramos prosperado; en lo que refiere al terreno del amor físico, soy diametralmente opuesto a Asexuada. Supongo que ella notaba eso-¿cómo no notarlo?- y, aunque nunca hablamos al respecto ni yo exigí nada, sintió la presión implícita y decido librarse. Ahora, viendo la relación que parece tener con Matías el gordo-o más bien debería decir, la relación que parece no tener, puesto que se ausentan con llamativa insistencias las demostraciones de cariño-, creo que no ha superado en nada su estancamiento en lo referente al terreno sexual. Yo, sinceramente, ya no sé si es frígida o lesbiana reprimida. Y viéndolo así, creo que debería sentir lástima y no celos por Matías el gordo, pobre víctima, como yo, de los encantos de la princesita Asexuada. Pero lo cierto es que verlos juntos hizo que fermentara en mí, lento y persistente, un tremendo mal humor, sustentado en razones poco claras. Tal es así que cuando Luis el enfermo y Desganada se fueron de compras y yo quedé solo en la casa con la flamante pareja, inventé cualquier excusa y partí.


Asexuada

(En un tono ambiguo, que demostraba reconocer mi incomodidad y a la vez pretendía ser afable)

Che, si llegás a la parada y el colectivo ya pasó, volvete, total, pasa una vez por hora y la parada está a dos cuadras…

M. M.

(Fingiendo indiferencia)

Si, si… ¡Nos vemos!

“-¡Ni loco vuelvo! Lo único que me falta, volver y encontrarte a vos con tu noviecito a los arrumacos y a medio desvestir…-“


Si Asexuada es, por lo menos, frígida, ¿Por qué pensé en eso? ¿Mis celos se fundamentan en algo tan patético como “¿Hará con él lo que no hacía conmigo?”, que no es más que una variación de la clásica “¿Qué tiene él que no tenga yo?”. ¿Puedo ser tan irracional, puedo caer tan bajo? Evidentemente, si puedo.

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